15 marzo, 2024

Somos la puerta al mar de Palma

La Escuela de Vela que nutre a los equipos de regatas del RCNP está abierta a todos los ciudadanos y edades. El único requisito es querer navegar y estar dispuesto a seguir un proceso adaptado a las propias capacidades.

“La Escuela de Vela del Real Club Náutico de Palma (RCNP) quiere ser la puerta de acceso al mar de los centros docentes de la ciudad y, en general, de cualquier persona, ya sea menor o adulta, que quiera probar suerte en nuestro deporte”. Hugo Ramón vocal de vela ligera del RCNP, tiene claro que el nivel de cualquier actividad  depende de su número de practicantes –“a mayor base, mejores resultados”– y apuesta por que el “club más emblemático de Mallorca” sea el lugar donde los escolares de Palma tengan su primer contacto con el mar.

Con este espíritu y la premisa de que para ser alumno no se requiere ninguna experiencia previa (basta con querer navegar y estar dispuesto a seguir un proceso adaptado a las propias capacidades), el RCNP está ejerciendo de facto desde hace años como la escuela de vela de Palma y como una de las mejores canteras de la vela española. Los resultados de los dos últimos años en todas las categorías –infantil, juvenil y senior– hablan por sí solos.

“Los hay que nacen marineros y los hay que se hacen, pero al final, si tienen voluntad y trabajan, casi todos acabarán siéndolo”, explica Miguel Deudero, coordinador y responsable de la Escuela de Vela del RCNP, cuya estructura reforzada ofrece la posibilidad de navegar a alumnos a partir de cinco años. “Aquí caben todos, nuestro único límite son las plazas, entre 65 y 70 para las edades infantiles y juveniles, y alrededor de 20 para los adultos”.

La incorporación de los veleros Cyclone, en sustitución de las tradicionales gambas, ha permitido fidelizar a muchos jóvenes e incorporar a personas de mediana edad, en su mayoría mujeres de armadores que buscan perfeccionar su técnica a bordo, un nuevo perfil inesperado que ayuda a cumplir uno de los objetivos del RCNP: promover en deporte femenino en todas las edades. 

“El Cyclone –señala Deudero– es más regatero y, por tanto, más divertido. Tiene capacidad para 12 personas, aunque navegamos con bastante menos tripulación. Es más cómodo, más barco, y es ideal para niños y mayores. Lleva bulbo, apareja un asimétrico y sus inercias se parecen a las de un pequeño crucero. Se mueve con poco viento, de modo que difícilmente te vas a quedar flotando, y puedes montarle un fueraborda pequeño para prescindir de la neumática de apoyo. Su única pega, por no describirlo como perfecto, es que tiende a derivar, pero el cambio respecto a otros barcos de escuela como la gamba, el galeón o el raquero ha sido muy positivo”.

Los primeros bordos en la llamada “escuela de base” se dan en estas embarcaciones colectivas. Por lo general se trata de niños de entre 5 y 10 años que van acompañados de un monitor y aprenden los principios más básicos de la navegación: situar babor y estribor, llevar el timón, izar y arriar velas, o halar y largar escotas con seguridad…

SUPERANDO EL MIEDO

En este punto, cada grumete muestra sus capacidades. Los más aventajados pasarán a navegar en Laser Pico, en grupos de tres o cuatro, dependiendo del peso, o en Optimist, en solitario. El monitor ya no se encuentra a bordo, sino que supervisa las evoluciones de los alumnos desde una neumática. Son los primeros bordos “independientes” y un momento crucial. “Hay alumnos que no tienen ningún miedo, pero otros que sí. No pasada nada: a unos les enseñaremos a superarlo y a todos les recordaremos que al mar siempre hay que respetarlo”, afirma Miguel Deudero.

El Laser Pico, con todo, no es más que una herramienta, un paso intermedio para bregarse con vientos fuertes, crear comunidad y superar miedos. El objetivo es que los aprendices acaben subidos a un Optimist o un Laser, y que, si se sienten con ganas de competir, puedan entrar a formar parte del equipo de regatas de vela ligera del Real Club Náutico de Palma.

Una de las funciones de la Escuela es, precisamente, nutrir de nuevos talentos a la sección de competición, formada por 50 deportistas. Pedro Marí, director técnico de vela, tiene claro que la manera de obtener buenos resultados es, como ya se ha dicho, sostener una base permanente. “Sin relevo, los éxitos acaban siendo flor de un día. Necesitamos tener un cantera en movimiento y familiarizada con nuestra manera de trabajar. La Escuela no está sólo orientada a la competición, sino a obtener las nociones básicas, pero cualquier alumno debe saber que, si quiere, puede ser regatista del RCNP, el mejor club de España, y la manera más rápida de de conseguirlo es empezar con nosotros desde el principio”.

El segundo nivel de la Escuela se lleva a cabo en embarcaciones del tipo Optimist, el estándar internacional para el aprendizaje y cuya flota se cuenta entre las más numerosas y competitivas del mundo. En este punto, además de navegar solos, los alumnos ya empiezan con la puesta a punto del barco, el montaje y desmontaje, y reciben sus primeras lecciones sobre cómo navegar en regata: maniobra, velocidad y táctica. En poco tiempo, los aprendices estarán en condiciones de integrarse en el Grupo D (primer eslabón del equipo) y empezar a competir.

MOMENTO CRUCIAL

Pedro Marí señala que, en este momento del proceso, es crucial disponer de monitores que hayan tenido experiencia en regata. “Es una figura clave, pues establece el nexo entre la Escuela de Vela y el equipo. Esta persona ha de tener la capacidad de reconocer a los alumnos más aventajados –que no tienen que ser necesariamente los más mayores– e ir puliendo su técnica para que, llegado el momento, estén en condiciones de entender los aspectos elementales de la regata; cómo ubicarse, en qué basarse para tomar ciertas decisiones, cómo  reconocer las señales que nos da el mar…” 

Esta nueva orientación de los alumnos, cuando aún no se han ‘graduado’, es uno de los cambios estructurales más importantes de la Escuela de Vela del RCNP. Lo explica Miguel Deudero: “Antes estaba separadas del equipo de regatas. Ahora intentamos que la comunicación entre el entrenador del Grupo D y el monitor de la escuela sea muy fluida. Esto permite mover a los alumnos de la escuela al equipo o viceversa, si uno ha subido demasiado rápido y le falta experiencia”.

El fomento de la alusión por competir algún día bajo la grímpola del RCNP es un elemento “motivador” cuyos resultados ya se aprecian: la escuela infantil de invierno (la más exigente, pues no siempre se dan condiciones confortables para navegar) ha conseguido reunir a más de 50 alumnos y la lista de bajas ha sido mínima.

En cuanto a los adultos, en un gran número se trata de padres que tienen a sus hijos en la Escuela y que piden coincidir con su horario. La sola idea de que miembros de una misma familia y distintas generaciones puedan compartir la afición por el mar (toda una aspiración) ha llevado al RCNP a dar respuesta a esa reclamación siempre que sea posible desde el punto de vista logístico. Las posibilidades de fidelizar a los alumnos crecen exponencialmente si padre e hijo, madre e hija, dedican parte de su ocio a una misma actividad. La solución ha consistido en que los sábados navegan los papás de la escuela y los domingos los de los regatistas. De momento, todos están contentos,.     

Miguel sale a navegar sábados y domingos con los adultos. Sábados, papás de escuelas; y domingos, papás de regatistas

ROTACIÓN

Hugo Ramón aboga por llevar un control estricto de las evoluciones de los alumnos y permitir de este modo que haya una constante rotación. “El proceso empieza con los tradicionales bautizos de mar. Hemos de intentar generar el interés para que los escolares quieran sumarse a la Escuela y que ésta disponga de plazas para cubrir esa eventual demanda mediante la promoción de alumnos a los equipos de regatas. La idea es mantener ese círculo no deje de girar. Si el movimiento se mantiene, conseguiremos dos cosas fundamentales: acercar más gente a la vela y mantener el gran nivel de nuestros deportistas. Palma tiene la inmensa suerte de tener nuestro club para ocuparse de esta labor”

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